jueves, 18 de noviembre de 2010

LAS VERDADES DEL BARQUERO

La última frontera del liderazgo no la traza tanto una inteligencia singular como un carácter recio y decidido, capaz de soportar soledades y asumir la impopularidad de imprescindibles medidas correctoras. Coraje y determinación, cualidades de un carácter tallado en la decisión, es lo que más echo de menos en la banalidad de nuestro tiempo. Carácter de un directivo para dar un feedback honesto, sincero y constructivo a un colaborador, mirarle a los ojos, hacerle ver sus errores, sugerirle un camino y exigirle una respuesta. Carácter de cualquiera con responsabilidades de gobierno, que entiende que dirigir es discriminar, es decir, atender la singularidad de caso particular, en lugar de refugiarse y diluirse en el manido agravio comparativo. Carácter de un padre para cuadrar a un joven instalado en la adolescencia, víctima contra natura de su tiranía y caprichos. Padre colegui, niño mimado, causa-efecto. Carácter de un profesor para compaginar en clase pasión, interés, gusto, con respeto, disciplina y trabajo. ¿si no hay suspensos, qué valor tienen los aprobados? Carácter de universidades y business schools para centrase en la esencia del empeño educativo, la exigente aventura de aprender y cultivar el espíritu crítico, en vez de obsesionarse con rankings paridos entre bastidores de dudosa ética y rigor. Carácter de un periodista que siente y vive la nobleza de su profesión, sin necesidad de retozar en el fango del poder y el amarillismo. Carácter de políticos que piensas en las siguientes generaciones, aunque sólo sean porque son padres, liberándose del yugo partidista e histérico de las elecciones inmediatas. Carácter de un presidente para hacerse respetar como país en una comunidad internacional que sacrifica los valores que predica, y se arrodilla ante los intereses que oculta. Carácter de un estadista que no prolonga la agonía de tratamientos meramente paliativos, y mete el país en el quirófano.

Iluso, dícese de persona que aspira a disfrutar la tierra fértil de la paz, sin atravesar el pedregal del conflicto. ¿Iluso, débli, demagogo, indeciso, populista, tramposo, vago, pusilánime? Sea lo que sea, no es lo que requiere una sociedad que necesita oír las verdades del barquero ¿remedio? Ejercitar el músculo del carácter en la acción. Esa decisión que en nuestro fuero interno sabemos pendiente, tomémosla y actuemos en consecuencia. Nos sentiremos mucho mejor.

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