COMO INVENTAR LA
REALIDAD
He encontrado este
articulo que me parece muy interesante de cómo la gente justifica sus intereses
con números , que a primera vista parecen objetivos, es una versión técnica de
nuestro “ si tu te comes un pollo y yo ninguno” estadísticamente hemos comido
medio pollo cada uno, pero la realidad disiente VERDAD?

Como no es concebible que esa preferencia política proteja
contra la enfermedad, lo más natural es atribuir el resultado a otra razón : la
vida rural, sana, sin contaminación y con una dieta rica en alimentos naturales,
reduce el riesgo de cáncer.
Pero el estudio mostro que la incidencia más alta del cáncer
de riñón se daba también… ¡en condados rurales poco poblados del Oeste, Medio
Oeste y sur de los Estados Unidos! Si hubiéramos oído primero este resultado ¿no
lo habríamos atribuido a la pobreza de los condados rurales, a la lejanía de
grandes hospitales y a las grasas de la dieta rural?
Ley de los pequeños
números
Como explica Howard Wainer –el estadístico de quien Kahneman
toma el caso- las llamativas diferencias en a incidencia del cáncer entre
condados obedecen al azar: son una ilusión estadística, un “artefacto” creado
por el cálculo de la media la escasa
población de esos condados rurales.
En efecto, si en Estados Unidos se dan en promedio 5 casos
de cáncer de riñón por cada 100.000 habitantes, la “ley de los grandes números”
hará que la incidencia de la enfermedad este muy próxima a ese valor en los
condados muy poblados. Pero en los que tengan poca población, ese promedio
oscilara mucho, pues la variabilidad (desviación estándar) de la media
aritmética de la variable analizada –en nuestro caso, el número de casos de
cáncer de riñón por habitante- guarda una relación inversa con el tamaño de la
muestra usada para calcularla (o, para ser exactos, de su raíz cuadrada).
Wainer señala que la fundación Gates ignoro esa relación inversa
–conocida como Ley De Moivre- cuando en los 90 dedico muchos millones de
dólares a fomentar las escuelas pequeñas, a la vista de un elevado porcentaje
de las escuelas con mejores resultados académicos tenían pocos alumnos. Pero
abandonaron la idea cuando advirtieron que ese fenómeno estadístico podía
obedecer al azar: también las escuelas pequeñas estaban sobre representadas
entre as que obtenían los peores resultados.
La falacia del hecho
aislado
Kahneman ilustra con el error estadístico descrito por
Wainer una tendencia espontanea de nuestra mente: buscarle a todo una
explicación causal –incluso a fenómenos fruto del azar- y sacar conclusiones
generales y relatos coherentes partiendo de casos concretos, aunque no sean
representativos.
El historiador americano David Hackett Fischer bautizo ese
error como falacia del “hecho aislado” (lonely fact). Cita como ejemplo la conclusión
equivocada a la que llego el antropólogo francés Pierre Boulle, cuando, tras
descubrir en 1908 en Chapelle-aux-Saints los restos de un Neandertal, atribuyo
a ese homínido un caminar poco erguido, más cercano al de los simios que al
humano, ¡sin reparar en que su “viejo de la Chapelle” padecía artritis.
El poder de las imágenes
El problema de la representatividad y generalidad que
atribuimos, de forma espontanea, a los hechos aislados que percibimos se
manifiesta con especial fuerza en los medios de comunicación, pues, como
destaco en su célebre “public Opinión”(1922) el gran pensador y escritor
americano Walter Lippman, “lo que un hombre hace no se basa en conocimiento
directo y cierto, si no en imágenes que ha construido o le han dado. Si su atlas le dice que el
mundo es plano, no se acercara navegando a lo que cree es el confin de nuestro
planeta, por temor a caer”.
Lo constate a principios de los 80 durante mi primera
estancia en Estados Unidos, cuando las escasas noticias sobre España en la
prensa americana solían referirse, casi sin excepción, a atentados de ETA y
algunos amigos me confesaban que les daba miedo viajar a España por temor a ser
víctimas de una bomba. Dos décadas después, yo mismo padecí una confusión
parecida cuando, como Vicepresidente de Finanzas en el Banco Mundial, mantuve
un viaje a Yakarta, sobreponiéndome, por pundonor y espíritu del deber, al
miedo que me producían las noticias de la prensa americana sobre violentos
incidentes en la capital indonesia, alborotos que, como me habían avisado del
Banco, pude comprobar al llegar que eran de escasa entidad y muy localizados.
La cuestión de la capacidad de las imágenes para influir
sobre la percepción de la realidad cobro plena actualidad la semana pasada
cuando, coincidiendo con la visita a Nueva York del presidente Rajoy y del Rey
Juan Carlos, The New York times publico un amplio reportaje con escenas de
miseria, problemas económicos y manifestaciones contra el Gobierno captadas por
el fotógrafo Samuel Aranda, y llevo a su portada la fotografía que ilustra esta
crónica.
Como explico Javier Valenzuela el jueves pasado en las páginas
de El País, el reportaje no fue fruto de una conspiración ni de una conjura,
sino de la lógica inherente al periodismo, cuya misión, “no es dar parte de la
cotidianidad, sino contar lo que es nuevo y relevante”. Pero creo que también
acero el presidente Rajoy cuando en un acto público en Nueva York manifestó:
“Permítanme que haga un reconocimiento a la mayoría de españoles
que se manifiesta, que no salen en las portadas de la prensa y que no abren los
telediarios. No se les ve pero están ahí”.
“La prensa es como el rayo de una linterna que se mueve sin
cesar y saca de la oscuridad u suceso tras otro”, escribió Lippman. “ Las
noticias y la verdad no son lo mismo, y deben distinguirse” . Nuestra mente,
por desgracia, no solo tiende a identificarlas, sino que, como enseña Kahneman,
tiende a deducir verdaderas generales de artefactos nacidos del azar.
Por eso,
cuando los medios eligen sus encuadres no iluminan: construyen su realidad.
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