lunes, 12 de enero de 2015

Recuerdo que allá en el lejano 2008, un constructor de Castilla y León me comentó: "la banca te deja el paraguas cuando hace sol y te lo quita cuando llueve". En aquel entonces la frase me pareció muy original, pero luego la he escuchado cientos de veces. Ese empresario, que estaba acostumbrado a acceder de forma rápida a un manantial de créditos, vio cómo de la noche a la mañana le cerraron el grifo de la financiación externa, lo que puso en peligro sus empresas.

Desde entonces, la dificultad de los empresarios para conseguir préstamos en un sector financiero español centrado en poner orden en su propia casa mediante su concentración y la desaparición de las cajas ha sido señalada como una de las principales causas de la elevada mortalidad del tejido empresarial. Por ejemplo, así se constata en la encuesta publicada en julio de 2014 por Castilla y León Económica, donde el 70% de los ejecutivos afirmaba tener problemas para encontrar financiación. Ésta ha sido una queja recurrente durante la crisis, pero ahora parece que la tendencia va a ser otra.
Liquidez

En una misma semana 2 altos directivos de bancos con presencia en nuestra región afirmaron que ahora el sector financiero está inundado de liquidez y necesita empezar a abrir las compuertas del crédito a empresas y particulares para generar negocio. Según ellos, después de los procesos de reestructuración en el sistema, que aún no ha terminado pues habrá más absorciones, las entidades financieras tienen solvencia y dinero para prestar, por lo que necesitan rentabilizar los recursos propios mediante la inversión crediticia.
Y en una reciente comida ante un reducido grupo de empresarios, el presidente de una entidad financiera aseveró: "los bancos están más sanos, tienen más liquidez y suficiente capital, por lo que la financiación debe volver en el corto plazo", mensaje que fue recibido con sorpresa y cierto escepticismo por los comensales. Y razón tienen cuando ese mismo día salió publicado en la prensa salmón el titular de que la banca recortó el crédito un 3,7% interanual.

Otro directivo de una antigua caja ahora reconvertida junto a otras entidades de ahorro en un banco, que un día es noticia y otro también por las fechorías del pasado, me comentó que nunca se había prestado tan barato el dinero al ofrecerlo sólo un poco más caro del obtenido en el Banco Central Europeo (BCE). Por no hablar de las constantes campañas de unos y otros para captar el mercado de las pymes, que parece que acaban de ser descubiertas por los banqueros. Sin embargo, pequeños y medianos empresarios y autónomos continúan lamentándose de que no acceden al crédito y que les exigen unas garantías draconianas.

¿Entonces, qué falla?, pregunto a un prestigioso profesional del sector, quien me ofrece una tesis convincente: "antes los bancos destinaban su inversión a la compra de deuda pública, que ofrecía una rentabilidad digna sin riesgo. Pero eso se acabó pues ahora apenas genera márgenes, así que la liquidez se debe de colocar en los préstamos a empresas y particulares, que es el mercado natural; pero las empresas supervivientes a la brutal criba de la crisis todavía tienen altos niveles de apalancamiento, una rentabilidad muy reducida y se siguen desenvolviendo en un mercado lastrado por el bajo consumo, lo que desanima a los bancos a conceder préstamos".
Freno inversor

A esto se suma que los departamentos de riesgos, después de los sustos sufridos en estos años, siguen con la mentalidad de frenar la actividad inversora y que los centros de decisión para operaciones de cierto calado se han trasladado fuera de Castilla y León desde la desaparición de las cajas. Por lo tanto, nos encontramos en un período de transición pese a que el core business de la banca es prestar dinero a la iniciativa privada, pero antes tiene que haber proyectos sólidos, cuentas de resultados saneadas y una política de riesgos menos timorata.

Y en ésas estamos, en la paradoja del paraguas: los bancos quieren dejarlos cuando todavía llueve, y mucho en algunos sectores, pero no se atreven a prestarlos al primero que pase empapado por la puerta. Al menos de momento.
RESILENCIA UNA BUENA VIRTUD

A veces la vida nos pone a prueba, nos plantea situaciones que superan nuestras capacidades: una enfermedad,una ruptura de pareja particularmente dolorosa, la muerte de un ser querido, el fracaso de un sueño largamente anhelado, problemas económicos… Existen diferentes circunstancias que nos pueden llevar al límite y hacer que nos cuestionemos si tenemos la fuerza y la voluntad necesarias para continuar adelante. En este punto tenemos dos opciones: dejarnos vencer y sentir que hemos fracasado o sobreponernos y salir fortalecidos, apostar por la resiliencia.
Resiliencia: definición y significado
La resiliencia es una capacidad que nos permite enfrentar las crisis o situaciones traumáticas y salir fortalecidos de ellas. La resiliencia implica reestructurar nuestros recursos psicológicos en función de las nuevas circunstancias y de nuestras necesidades. De esta manera, las personas resilientes no solo son capaces de sobreponerse a las adversidades que les ha tocado vivir, sino que van un paso más allá y utilizan esas situaciones para crecer y desarrollar al máximo su potencial.
Para las personas resilientes no existe una vida dura, sino momentos difíciles. Y no se trata de una simple disquisición terminológica, sino de una manera diferente y más optimista de ver el mundo ya que son conscientes de que después de la tormenta llega la calma. De hecho, estas personas a menudo sorprenden por su buen humor y nos hacen preguntarnos cómo es posible que, después de todo lo que han pasado, puedan enfrentar la vida con una sonrisa en los labios.
¿Cómo podemos ser más resilientes?
La resiliencia no es una cualidad innata, no está impresa en nuestros genes, aunque sí puede haber una tendencia genética que puede predisponer a tener un “buen carácter”.La resiliencia es algo que todos  podemos desarrollar a lo largo de la vida. Hay personas que son resilientes porque han tenido en sus padres o en alguien cercano un modelo de resiliencia a seguir, mientras que otras han encontrado el camino por sí solas. Esto nos indica que todos podemos ser resilientes, siempre y cuando cambiemos algunos de nuestros hábitos y creencias.
De hecho, las personas resilientes no nacen, se hacen, lo cual significa que han tenido que luchar contra situaciones adversas o que han probado varias veces el sabor del fracaso y no se han dado por vencidas. Al encontrarse al borde del abismo, han dado lo mejor de sí y han desarrollado las habilidades necesarias para enfrentar los diferentes retos de la vida.
¿Qué caracteriza a una persona resiliente?
1.    Son conscientes de sus potencialidades y limitaciones. El autoconocimiento es un arma muy poderosa para enfrentar las adversidades y los retos, y las personas resilientes saben usarla a su favor. Estas personas saben cuáles son sus principales fortalezas y habilidades, así como sus limitaciones y defectos. De esta manera pueden trazarse metas más objetivas que no solo tienen en cuenta sus necesidades y sueños, sino también los recursos de los que disponen para conseguirlas.
2.    Son creativas. La persona resiliente no se limita a intentar pegar el jarrón roto, es consciente de que ya nunca a volverá a ser el mismo. El resiliente hará un mosaico con los trozos rotos, y transformará su experiencia dolorosa en algo bello o útil. De lo vil, saca lo precioso.
3.    Confían en sus capacidades. Al ser conscientes de sus potencialidades y limitaciones, las personas resilientes confían en lo que son capaces de hacer. Si algo les caracteriza es que no pierden de vista sus objetivos y se sienten seguras de lo que pueden lograr. No obstante, también reconocen la importancia del trabajo en equipo y no se encierran en sí mismas, sino que saben cuándo es necesario pedir ayuda.
4.    Asumen las dificultades como una oportunidad para aprender. A lo largo de la vida enfrentamos muchas situaciones dolorosas que nos desmotivan, pero las personas resilientes son capaces de ver más allá de esos momentos y no desfallecen. Estas personas asumen las crisis como una oportunidad para generar un cambio, para aprender y crecer. Saben que esos momentos no serán eternos y que su futuro dependerá de la manera en que reaccionen. Cuando se enfrentan a una adversidad se preguntan: ¿qué puedo aprender yo de esto?
5.    Practican el mindfulness o conciencia plena. Aún sin ser conscientes de esta práctica milenaria, las personas resilientes tienen el hábito de estar plenamente presentes, de vivir en el aquí y ahora y de tienen una gran capacidad de aceptación. Para estas personas el pasado forma parte del ayer y no es una fuente de culpabilidad y zozobra mientras que el futuro no les aturde con su cuota de incertidumbre y preocupaciones. Son capaces de aceptar las experiencias tal y como se presentan e intentan sacarles el mayor provecho. Disfrutan de los pequeños detalles y no han perdido su capacidad para asombrarse ante la vida.
6.    Ven la vida con objetividad, pero siempre a través de un prisma optimista. Las personas resilientes son muy objetivas, saben cuáles son sus potencialidades, los recursos que tienen a su alcance y sus metas, pero eso no implica que no sean optimistas. Al ser conscientes de que nada es completamente positivo ni negativo, se esfuerzan por centrarse en los aspectos positivos y disfrutan de los retos. Estas personas desarrollan un optimismo realista, también llamado optimalismo, y están convencidas de que por muy oscura que se presente su jornada, el día siguiente puede ser mejor.
7.    Se rodean de personas que tienen una actitud positiva. Las personas resilientes saben cultivar sus amistades, por lo que generalmente se rodean de personas que mantienen una actitud positiva ante la vida y evitan a aquellos que se comportan como vampiros emocionales. De esta forma, logran crear una sólida red de apoyo que les puede sostener en los momentos más difíciles.
8.    No intentan controlar las situaciones. Una de las principales fuentes de tensiones y estrés es el deseo de querer controlar todos los aspectos de nuestra vida. Por eso, cuando algo se nos escapa de entre las manos, nos sentimos culpables e inseguros. Sin embargo, las personas resilientes saben que es imposible controlar todas las situaciones, han aprendido a lidiar con la incertidumbre y se sienten cómodos aunque no tengan el control.
9.    Son flexibles ante los cambios. A pesar de que las personas resilientes tienen una autoimagen muy clara y saben perfectamente qué quieren lograr, también tienen la suficiente flexibilidad como para adaptar sus planes y cambiar sus metas cuando es necesario. Estas personas no se cierran al cambio y siempre están dispuestas a valorar diferentes alternativas, sin aferrarse obsesivamente a sus planes iniciales o a una única solución.
10.  Son tenaces en sus propósitos. El hecho de que las personas resilientes sean flexibles no implica que renuncien a sus metas, al contrario, si algo las distingue es su perseverancia y su capacidad de lucha. La diferencia estriba en que no luchan contra molinos de viento, sino que aprovechan el sentido de la corriente y fluyen con ella. Estas personas tienen una motivación intrínseca que les ayuda a mantenerse firmes y luchar por lo que se proponen.
11.  Enfrentan la adversidad con humor. Una de las características esenciales de las personas resilientes es su sentido del humor, son capaces de reírse de la adversidad y sacar una broma de sus desdichas. La risa es su mejor aliada porque les ayuda a mantenerse optimistas y, sobre todo, les permite enfocarse en los aspectos positivos de las situaciones.
12.  Buscan la ayuda de los demás y el apoyo social. Cuando las personas resilientes pasan por un suceso potencialmente traumático su primer objetivo es superarlo, para ello, son conscientes de la importancia del apoyo social y no dudan en buscar ayuda personal cuando lo necesitan.