miércoles, 18 de diciembre de 2013

VISIÓN DE ALTURA


Nunca te compadezcas de alguien que posee un avión privado, dice Anthony Hopkins desde su papel de supermillonario en la película El desafío. Si además consigues averiguar cómo funciona su cerebro, tal vez acudas al resto de tus citas de negocios a bordo de tu propio Jet GulfStream. Pero la gente se muestra tozudamente proclive a estudiar los éxitos empresariales a través de los datos objetivos, la frialdad de los números o los diseños estratégicos, con lo cual nunca consiguen distinguirse de sus competidores: cuantos más datos adquieren, más se incluyen en el gran montón de los “más-de-lo-mismo”.
Cuando una conversación gira en torno al éxito en los negocios, la mención de Amancio Ortega es inevitable. En teoría, todo el mundo conoce la historia de Zara, de modo que, también en teoría, todo el mundo podría seguir los pasos de Ortega. Sin embargo, la cosa no resulta tan fácil. ¿Por qué? La clave no está en los datos objetivos, sino en la forma de pensar de las personas que generaron esos datos. Y llega un momento en que esa forma de pensar se convierte en leyenda.
En cierta ocasión, el jet privado de Amancio Ortega tuvo un percance en el aeropuerto de Torrejón de Ardoz cuando otro avión golpeó un ala de su Falcon 900, dejándola inutilizada. A medida que el incidente iba siendo narrado una y otra vez, lo sucedido se fue convirtiendo de manera sucesiva, en incendio de un motor, desprendimiento de ala y, por fin, aterrizaje forzoso en el aeropuerto de Alvedro, en La Coruña. La leyenda, perfeccionada, terminó por asegurar que, en realidad, todo había sucedido en un vuelo de prueba para determinar si Ortega decidía o no comprar el reactor. El espalda gris de Zara descendió del maltrecho avión, se dirigió a su despacho, y desde allí envió un fax confirmando la adquisición del jet, dado que se trataba del avión más seguro del mundo: se le prendían los motores, se le desprendía un ala… ¡y volaba! La leyenda concluía con este dogma: la diferencia entre quienes poseen un avión privado y los que viajan apiñados en el Puente Aéreo, no está en el dinero que manejan, sino en la forma positiva de pensar de los primeros.
De todas las anécdotas de Ortega, me quedo con la que se muestra como método del caso a los estudiantes de Empresariales de la Universidad de Pau (Francia): Ortega cortó y cosió un camisón a su primera esposa, Rosalía, cuando todavía eran novios, porque no tenía dinero para comprarlo. La forma de pensar es clara: no se trata de tener visión de altura después de haber triunfado, sino antes. Y esa visión de altura es la única que convierte nuestros sueños en realidades… y en volar incluso en aviones que carecen de alas